Sugirió Carlota cruzar Andorra,
repostar en Lourdes, y darle zapatilla al Ford hasta llegar a
Pupedesí sur le Mer, hermoso enclave idílico sito en la Costa Azul
a la izquierda, según se mira el mapa.
- Mamá era muy estricta conmigo-
comentó mientras se anudaba un pañuelo en la cabeza para dominar
sus cabellos que la flagelaban como crines rebeldes a su libre
albedrío- se le veía mucho el plumero.
- ¿Se le veía el plumero?-
pregunté estupefacto.
- Mucho.
- Pero...¿todo el plumero?
- Cuando se le veía, sí. Todo.
- ¿Y no le daba vergüenza ir así, al rompeolas, enseñando el plumero.
- ¡Qué va!...¡le encantaba enseñar el plumero para sacarme de mis casillas!
- Mujer, entiendo que a ti te sacara de tus casillas, pero al servicio, no sé...no te enfades, pero ver el plumero a Carolina de Mónaco tiene que ser...
- ¡Un momento, caballerete!...¿qué entiende usted por “plumero”?.
- Plumeroooo...plumeroooo...
- Pues no, no es eso lo que se entiende por plumero.
- ¿A no?, ¿y qué se entiende por ver el plumero?
- Pues que se le ven las malas intenciones.
- Ya, ya, a eso me refería yo, a que se le ven las malas intenciones, y más si te enseña el plumero...¡no te lo va a enseñar con buenas intenciones!
- ¡Ains, cómo eres!...lo que quiero decir es que era una mujer práctica, fría, materialista, mecánica.Y no soportaba el lado poético y romántico que veía fluir en mi sangre de Grimaldi. ¡Los Grimaldi llevamos un pirata dentro!
La madre de Carlota le echaba en cara que no supiera valorar la vida regalada que llevaba, de lujo, comodidades y glamour. “¡Hasta dispones de “bhramaluss”!, le gritaba enfadada. Nadie sabía qué era eso de “brhamaluss”, ni nadie los había visto nunca, pero doña Carolina lo decía de una manera tan así, que sus amistades se morían de envidia de saber que la familia monegasca de la ONCE disponía de “brhamaluss”.
Alguna, como la princesa Potorra de Escocia, más conocida como “la Zorrona del Caspio”, se atrevió a preguntar por el brhamaluss, y la de Monaco le contestaba...
- Sí, a ti te lo voy a decir,guapa.
Nuestra Carlota argumentaba a su mére que sí, materialmente vivía bien, pero que adolecía de ilusiones, y de un norte. Necesitaba libertad, colocar en su vida un sitio para cada cosa, y cada cosa en su sitio...tenía muchas cosas, y tenía poco sitio para colocarlas en Palacio, donde los desvanes, sótanos y buhardillas, estaban repletos de antigüedades de sus antepasados: cadáveres de hijos bastardos, corsés alambicados de damas de honor, bragas con formas de paraguas que ocupaban pasillos enteros, caramelos de menta para la halitosis, enanos bufones de siglos pasados, un pene erecto disecado, se decía que era de Rasputín, y que acostumbraba a usar la marquesa de Alaverquevoyvoy, tercera esposa de Ramiro de Janeiro, V rey de Mónaco, cuando éste iba a la guerra de Crimea y la dejaba sola sin poder hacer uso del matrimonio, cuadros de amantes bizcas...
La escuchaba mientras conducía por la carretera que ascendía al santuario de Lourdes, y mi corazón latía al unísono del rugido del Ford Montecarlo. La veía de perfil, ¡tan potita!. Me miró y sonrío...¡Dios, qué dientes!...
- Mucho.
- Pero...¿todo el plumero?
- Cuando se le veía, sí. Todo.
- ¿Y no le daba vergüenza ir así, al rompeolas, enseñando el plumero.
- ¡Qué va!...¡le encantaba enseñar el plumero para sacarme de mis casillas!
- Mujer, entiendo que a ti te sacara de tus casillas, pero al servicio, no sé...no te enfades, pero ver el plumero a Carolina de Mónaco tiene que ser...
- ¡Un momento, caballerete!...¿qué entiende usted por “plumero”?.
- Plumeroooo...plumeroooo...
- Pues no, no es eso lo que se entiende por plumero.
- ¿A no?, ¿y qué se entiende por ver el plumero?
- Pues que se le ven las malas intenciones.
- Ya, ya, a eso me refería yo, a que se le ven las malas intenciones, y más si te enseña el plumero...¡no te lo va a enseñar con buenas intenciones!
- ¡Ains, cómo eres!...lo que quiero decir es que era una mujer práctica, fría, materialista, mecánica.Y no soportaba el lado poético y romántico que veía fluir en mi sangre de Grimaldi. ¡Los Grimaldi llevamos un pirata dentro!
La madre de Carlota le echaba en cara que no supiera valorar la vida regalada que llevaba, de lujo, comodidades y glamour. “¡Hasta dispones de “bhramaluss”!, le gritaba enfadada. Nadie sabía qué era eso de “brhamaluss”, ni nadie los había visto nunca, pero doña Carolina lo decía de una manera tan así, que sus amistades se morían de envidia de saber que la familia monegasca de la ONCE disponía de “brhamaluss”.
Alguna, como la princesa Potorra de Escocia, más conocida como “la Zorrona del Caspio”, se atrevió a preguntar por el brhamaluss, y la de Monaco le contestaba...
- Sí, a ti te lo voy a decir,guapa.
Nuestra Carlota argumentaba a su mére que sí, materialmente vivía bien, pero que adolecía de ilusiones, y de un norte. Necesitaba libertad, colocar en su vida un sitio para cada cosa, y cada cosa en su sitio...tenía muchas cosas, y tenía poco sitio para colocarlas en Palacio, donde los desvanes, sótanos y buhardillas, estaban repletos de antigüedades de sus antepasados: cadáveres de hijos bastardos, corsés alambicados de damas de honor, bragas con formas de paraguas que ocupaban pasillos enteros, caramelos de menta para la halitosis, enanos bufones de siglos pasados, un pene erecto disecado, se decía que era de Rasputín, y que acostumbraba a usar la marquesa de Alaverquevoyvoy, tercera esposa de Ramiro de Janeiro, V rey de Mónaco, cuando éste iba a la guerra de Crimea y la dejaba sola sin poder hacer uso del matrimonio, cuadros de amantes bizcas...
La escuchaba mientras conducía por la carretera que ascendía al santuario de Lourdes, y mi corazón latía al unísono del rugido del Ford Montecarlo. La veía de perfil, ¡tan potita!. Me miró y sonrío...¡Dios, qué dientes!...
- ¿Me dejas tocar?
- Tocar, ¿el qué?
- Tus dientes...¡son preciosos!
- Bueno...y de paso me quitas un algo de maíz tostado que tengo entre los premolares.
Llegamos a Lourdes , nos bañamos con dieciséis leprosos de la Generalitat de Cataluña, secamos la ingle del obispo emérito de san Sebastián, monseñor Uriarte, les besamos el calcañar a una paralítica de Logroño, y terminamos en Pupedesí Sur le Mer a eso de las doce de la noche, más o menos, para almorzar.
Al cruzar la frontera entre Andorra y Francia vimos una ánade sobrevolando la frontera que divide los dos países. Cuando estaba justo sobre la linea que divide a ambos pone un huevo ¿A quién pertenece el huevo?
- Tocar, ¿el qué?
- Tus dientes...¡son preciosos!
- Bueno...y de paso me quitas un algo de maíz tostado que tengo entre los premolares.
Llegamos a Lourdes , nos bañamos con dieciséis leprosos de la Generalitat de Cataluña, secamos la ingle del obispo emérito de san Sebastián, monseñor Uriarte, les besamos el calcañar a una paralítica de Logroño, y terminamos en Pupedesí Sur le Mer a eso de las doce de la noche, más o menos, para almorzar.
Al cruzar la frontera entre Andorra y Francia vimos una ánade sobrevolando la frontera que divide los dos países. Cuando estaba justo sobre la linea que divide a ambos pone un huevo ¿A quién pertenece el huevo?
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Los ganadores de la entrada anterior son...
Luxindex (gran texto, como acostumbra)
Antígona
Mariano Puertas
José Antonio
Jerónimo Nisa
C.S. (muy bueno lo de "sin perjuicio...".
Luxindex (gran texto, como acostumbra)
Antígona
Mariano Puertas
José Antonio
Jerónimo Nisa
C.S. (muy bueno lo de "sin perjuicio...".
Jugamos la Primitiva de mañana 11 de julio
05 12 14 26 28 47
Y el Joker
4358163
¡¡¡HASTA EL VIERNES AL CAER LA TARDE !!!
Pues depende...no sé si una pata puede poner un huevo en pleno vuelo. Pero si se diera el caso, cualquiera pensaría que el huevo es de la pata, salvo los nacionalistas catalanes que dirán que el huevo es suyo.
ResponderEliminarSuso, mi respuesta quiz'as es muy lanzada, pero creo que el huevo pertenece al coprincipe, ultimamente no tienen huevos, lanzan los que les quedaban para que se liofilicen en las famosas galletas Principe, valga la redundancia.
ResponderEliminarDespellejada-por-artur
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA la Sra anade, sin duda! Marianao Puertas
ResponderEliminarPertenecer, lo que se dice pertenecer le pertenece al ánade aunque cuando se espachurre en el suelo supongo que nadie se interesará en reclamar su pertenencia.
ResponderEliminarSi estaba volando cuando puso el güevo, no importa a quién pertenezca porque esta' to despachurrao. Usease, que ya no hay güevo.
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