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Bajé a desayunar al comedor acompañado
de Mesié Archibald y Madame Caldosa, que había encontrado su
pérdida de orina. Todo estaba dispuesto como un bufet libre:
cafeses, lecheses, viandas, zumoses, embutidos, carne de miembrillo,
alitas de pájaro carpintero, güevos de centurión, besamel, besamel
mucho, creps de “Abanibí” que significa te quiero amor, sangre
de horchata, aceitera, aceitera.
El mayordomo que vi la noche anterior
en la piscina estaba de pie haciendo la estatua en un discreto quinto
plano. En realidad, parecía una figura más de las decenas de
esculturas que decoraban la sala. Allí estaban los Simspon, san Pío
Nono, un hombre rana, la mujer barbuda, la niña de los penes, una
bata de Boatiné, un GPS que hablaba a las paredes, un busto del
Busto del almirante Bustó...y nuestro mayordomo.
- Me pareció verle anoche en la
piscina, señor...- le pregunté.
- En efecto, era yo. Me llamo
Plácido Placenta
- ¿Placenta?
- ¡Ajá!, Placenta es mi nombre.
Observé su cara atentamente y,
efectivamente, ese hombre tenía cara de placenta.
¿Cuál es la razón de bautizarle
con ese nombre tan, tan...?
- Al nacer parece que la placenta
succionó el chíchil's del corión frondoso a mi carita,
produciendo un efecto de impresión al vacío, y gracias al gas
inerme de la epidural del cónquevo, quedó reflejada en mi rostro
de por vida.
- Oiga, Placenta, usted ha debido
sufrir mucho. ¡Tiene usted una cara bien rara!
- Mi vida está siendo un retablo de
dolores, señor...
- Panete Zas, pero llámeme Zas.
- Señor Zas...pero capto que su
cerebro tampoco está muy bien desarrollado.
- Soy gemelo siamés, y en la
separación me dejaron un cacho apenas perceptible al ojo humano.
- Lo lamento mucho, señor Zas.
- Dios da pan al que no tiene
dientes.
- A caballo regalado no le mires el
dentado.
- No hay mal que cien años dure.
- Dejad que los niños se acerquen a
mi.
- Vini, vidi, vichi catalán.
En ese instante, entró Carlota, alegre
y pizpireta, andando descalza sobre la punta de sus dedos, fresca
como el rocío , dibujando con su gracia los reflejos de una luz
prístina, con el verde de sus pupilas a juego con el parque que se
asomaba por los ventanales del comedor.
- ¡Buenos días, Panete!,¿qué tal
has descansado?.
- Bueno, no sé, desperté en brazos
de un hombre maduro- respondí.
- ¡Ay, sí, se me olvidó!...en la
piscina te dio un abajo periscopio , y al sumergirte en el agua,
mamá lanzó una batería de torpedos Tomahawk que te dejaron a la
rebolillé...¡qué careto se te puso!...así que te subí a la
habitación de tío Archibald...es el más inofensivo de la familia
desde que tuvo paperas a los 23 años.
- ¡Carlota!, ¡qué bella estás
esta mañana por le matín!
- ¡Romántico!...¡tontuelo!
- ¡Ains!
- ¡Oigt!
- Ñoqui!
- Por cierto, ¿quieres conocer
INRI?
- ¡Me encantaría!
Por asuntos de trabajo, el señor Warrendor viajó a un país lejano y regresó dos
meses después. Al entrar en su casa encontró a su mujer compartiendo la cama con
un desconocido. El señor Warrendor se alegró sobremanera. ¿Cómo se explica?
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GANARON LUX, C.S. Y ARTUR.
Se fue dejando a su mujer preñada. Y al volver había parido.
ResponderEliminarEso en el mejor de los casos. En el peor hay toda una gama de perversiones que no se deben comentar...
Pero lo importante no es la respuesta, lo importante de esta saga es ."¿Qué explicación dará Lusindex?"
Su niño había crecido mucho en los dos meses
ResponderEliminarArtur
El señor Warrendor, en realidad, estaba sumido en una gran confusión sexual desde que participó en un film ponográfio de bajo presupuesto. Había escrito el guión con gran profusión de detalles, pero a la hora de filmar aquello fue un mariquita el ultimo, nadie se ha había leido el guión ni se había lavado los dientes, el aire acondicionado no funcionaba, y la mitad de los actores solo hablaban en albanés, con lo cual las escenas se desarrollaban en una serie de sucesos y encuentros faltos de orden, sentido, ritmo y composición general.
ResponderEliminarEl señor Warrendor exclamó enmedio de la confusión general su famosa frase que luego fue enmarcada en la entrada de la Sociedad General de Autores:
" Esto es una Sodoma y una Gomorra del carajo".
Claramente marcado por la anterior vivencia, salió de viaje durante dos meses, dudando todos y cada uno de los días con declarar su amor al butanero del barrio, hombre simple pero de fácil trato, quien le había prometido la felicidad plena.
Al llegar a su casa, vio a su esposa encamada con un desconocido, y al comprobar que no era su amor butanero, exclamó poseso por la satisfacción más sincera:
"¡Menos mal que no es el butanero!"
Frase que en estos momentos analizan de forma pormenorizada y sin ningún éxito apreciable, su esposa, el señor que yacía junto a ella, el psicólogo de urgencias de la Seguridad Social que tuvo que venir de inmediato, varios abogados de caché principal, su suegra, sus cuñadas, y la mujer del butanero.
Todos perdidos y sorprendidos al unísono.
Porque la señora Warrendor estaba con el hijo (se supone que de ambos) que había nacido durante el viaje.
ResponderEliminarUna de dos: o el individuo de la cama medía menos de medio metro o Warrendor encontró una excusa perfecta para irse con su cupletista favorita sin tener que pagarle a su santa una pensión.
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