lunes, 8 de julio de 2013

DONDE CONOCEMOS ALGUNAS CONSIDERACIONES MATUTINAS SOBRE EL CARÁCTER EMOTIVO, NO ACTIVO, PRIMARIO , DE CARLOTA. (IV)

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Del reloj cercano de la Iglesia del Beato Artur de Ensroban sonaron ocho campanadas, una detrás de otra, lo que me hizo pensar que eran más de las siete y media . Abrí el ojete y observé en silencio el dulce rostro de Carlota roncando con el ansia de una rozna glugutéa, un barritar que resoplaba sobre los trigales en flor y los lirios del campo que la rodeaban como en primavera.

Me quedé contemplándola un buen rato meditando la contradicción que tenía delante de mis ojos: una belleza tan exclusiva, y una berrea tan escandalosa digna de una piara de gorrinos de la Gerasa más profunda.

Carlota despertó, me miró con gesto extraño, como tratando de recordar qué hacía allí en medio de la floresta, en frente de un puticlú, y con un señor que la miraba arrobado. Al reconocerme sonrió.

- Bonjour- dijo con acento monegasco. 
Hice una pequeña pausa, tan pequeña, que ni parecía una pausa, era una Laura Pausini.

- Bonjour. 
- ¿Dónde estamos? 
- Eso que ves allí es Andorra. Si me miras a mi, soy yo. Y si miras arriba, el cielo azul. 
- ¡Azul!...¡qué romántico!- exclamó. 
- Bueno- repliqué- que sea azul no es romántico, es que es azul su color, del mismo modo que la cagazón de vaca que has usado de almohada es marrón mosca. 
Miró la plasta, la untó con el dedo, desayunósela, y dijo “pues sí, es mierda mierda, pero autóctona”.

Carlota era románticamente enfermiza, ¡hasta a un excremento sabía darle un tono fantástico, tierno y folletinesco!. Imagino lo difícil que habría sido su vida en palacio, rodeada de proctólogos estrictos de etiqueta a la hora de comportarse en sociedad, de amaneramientos cortesanos, de intereses de una realeza que llevaba siglos casándose por intereses estrúpetos.

Con ella lo habrían intentado todo para meterle en cintura, pero todo fue inútil. Inútil fue la dieta en yogures bífidus bajos en calorías, la epidural en vena, las dosis de cal viva, la confesión semanal, retiros mensuales, el circulo breve,el día de retiro mensual, el curso de retiro anual, dos horas de cilicio, y el beso a la cruz de palo acompañado de una piadosa jaculatoria.

Nada. Ella, erre que erre, romántica, como la canción de Demis Rousous.

Hicimos nuestras abluciones en el río. ¡Qué hermosa estaba con su cabellera sedosa húmeda, como un san Juan Bautista vestida de pelo de camello con el agua hasta las rodillas! Sumergió la cabeza en el agua y sacóla al impulso de su esternocleidomastoideo provocando en arco un haz de gotitas que reverberaban con la luz de la mañana como un anuncio de Sunsilk in the sunshine.

Me estaba enamorando. Como al caballo viejo de la sabana que está viejo y cansado, pero que si le quitan las riendas es un potro desbocado, así estaba yo. Y ella, cándida, inocente, me salpicaba agua ,juguetona con las manos, y yo me puse un flotador patito que el río arrastraba al azar, y comencé a dar saltitos a su alrededor , mientras empujaba olitas cabe ella, que reía alocada mientras gritaba divertida “¡qué romántico!,¡qué romántico!”

Mientras nos bañábamos observé a lo lejos como un minino saltaba desde el borde de la ventana de un trigésimo piso angélico, y sin encambio, no sufrió un solo rasguño. Me quedé perplejo...¿Cómo es posible esto?
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Acertaron la anterior entrega C.S. y Luxindex...pero el número del sueldazo no fue agraciado.

¡Hasta el jueves por la mañana! 


10 comentarios:

  1. Siendo ya las ocho, las chicas del puticlús habían terminado ya su sevicio de atención al cliente, así que el discreto minino pudo por fin saltar al interior de la habitación sin perjuicio ni en su cuerpo ni en su alma inmortal.

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  2. Suso, eres un genio, me muero de risa, desde el principio con Artur Ensroban. Te deseo muchas entradas como la de hoy.

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  3. Abriste el ojete????????? COCHINOTE!

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  4. El gato estaba en el borde INTERIOR de la ventana y saltó hacia adentro.
    De todas formas, lo mejor de todo esto no es resolver el acertijo; es disfrutar de las historias!

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  5. Porque saltó hacia dentro de la casa! Mariano Puertas.

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  6. Ni Tono tiene cojones de poner un comentario en el blog de Panete.

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  7. ¿Y si saltaba desde una ventana a otra? ¿De una ventana a un balcon cercano?
    Creo yo que Panete tiene una agudeza visual relativamente corta si no ve más allá de una ventana (¿no se quedó perplejo?).
    A ver si resulta que pensaba que estaba con Carlota y al final se da cuenta de que la sartén tenía mango...

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  8. A ver, ¿qué tenemos?

    «Un minino saltaba desde el borde de la ventana de un trigésimo piso angélico, y sin encambio, no sufrió un solo rasguño. Me quedé perplejo... ¿Cómo es posible esto?».

    Sin duda, el autor de esta adivinanza quería darnos gato por liebre; ¿no os resulta sospechoso que éste sea el primer acertijo en el que no hay gato encerrado sino suelto?

    Bueno, os contaré paso a paso mi deducción, que estuvo a un tris de malograrse.

    Empecé valorando que el minino fuese de felpa, pero pronto reparé en que los peluches no saltan. Lo mismo deduje de los gatos hidráulicos y de carpintero, pues éstos, siendo útiles para muchas cosas, tienen la misma limitación que los peluches: si no los tocas, se quedan quietos.

    Pasé a considerar que, quizá, el truco residía en que la pregunta nada tenía que ver con el minino. Así, suponiendo que la estructura de la pregunta fuese elíptica, cosa nada descabellada, y completándola, bien podría reformularse de esta forma: «¿Cómo es posible esto: que me quedara perplejo?». Y la respuesta es única: el emisor del acertijo se quedó perplejo porque se quedó dudoso, incierto, irresoluto y confuso. ¡Por eso fue posible! Pero, claro, aunque la respuesta era perfecta (una auténtica obra de arte de orfebrería lingüística) el sacrifico era demasiado: ¡nos quedábamos sin gato!

    Seguidamente, me puse a calcular la altura que puede alcanzar un trigésimo piso angélico, por si era viable que el gato saliese indemne del saltó que, en el corazón y desde el alfeizar, le provocará el paso aparentemente despreocupado y por la calle de una gatita blanca, sobrina de un gato pardo, marramiau, miau, miau, miau, sobrina de un gato pardo, pero como entre las pistas no consta el año de la construcción del edificio no pude llegar a ninguna conclusión; porque ¡cómo comparar la altura entre forjado y forjado de un piso angelical de los años cincuenta con, qué digo yo, la de las promociones del demonio que se hacían como churros hasta hace unos años¡ ¡Pues no hay diferencia de cotas; si en las de ahora hay que andar de rodillas! Quedó descartado, pues.

    …¿Y si «no sufrió un solo rasguño»… ¡sino cientos!? ¡Que se fostió vivo, vamos! No. Tampoco valía porque se dice literalmente que «no sufrió un solo rasguño», NO que «no sufrió solo un rasguño». Y el orden de las palabras es importante. Por eso, no es lo mismo un metro de encaje negro que un negro te encaje el metro: la cosa cambia. Por ende, también descarté esta hipótesis.

    Pensé entonces: ¿Y si el redactor del acertijo, con tal de llevarse el gato al agua, dispuso en la adivinanza una enorme y profundísima piscina azul-angélico a los pies del edificio y animó al minino a hacer balconing aprovechando que estaba hasta el culo de güisqui de garrafón (el gato)? No. Tampoco valía, pues en ningún momento se dice que el gato fuera inglés, veinteañero, crudo y estuviera de vacaciones de sol en la marca España. Por tanto, tampoco podía ser eso de ninguna manera.

    … Que si saltó en paracaídas, que si amortiguaron el golpe los tendederos, que si los gatos tienen no sé cuántas vidas, que si siempre caen de pie, que si apareció Catwoman y lo rescató in extremis en plena caída libre… ¡Tonterías vistas en la Internet! ¡Qué pérdida de tiempo!

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  9. Llegado a este punto, reconozco que tanto esfuerzo baldío (hablo de muchas horas, ¡si no días!) comenzó a afectarme el ánimo. Empecé a sentirme mal. No sé cómo explicarlo, empecé a sentirme… ¿triste y azul? Sí, eso es: triste y azul, cual pitufo tristón o como se dice, me parece, en una canción que ni entonces ni ahora consigo recordar.

    Pero eso da igual; da igual porque el caso es que me al examinar mi carpeta de música (buscando lo de «triste y azul») me topé con la más bella y simpática canción que sobre el sexo femenino se conocen y que hacía tanto tiempo que no escuchaba que la tenía olvidada. En la letra de esa canción, el cantautor se describe «como gatito silencioso que se ausenta en un sofá»… ¡Qué canción más preciosa!

    Me olvidé, pues, del enrevesado acertijo y me dejé llevar imaginando la muelle estampa: «gatito silencioso que se ausenta en un sofá»... Y entonces, inopinadamente y en un instante, ¡cataplum!, caí en la cuenta (me pasó, digamos, como cuando uno no consigue que le acuda a la mente un nombre o una fecha, que basta dejar de intentarlo para recordar en un santiamén lo que se resistía): ¡el gato estaba en el sofá! ¡Eso era!

    El gato saltó desde el alfeizar, sí, pero no se precipitó; salto al sofá de la habitación, que no al vacío.

    Y, efectivamente, si cerráis los ojos allí lo veréis. Miradlo, tan pancho, silencioso y ausente en el sofá, como cantaba el llorado rumbero Gato Pérez.

    (Y ya que estamos ante la primera adivinanza en que no hay gato encerrado sino suelto, ¿por qué no pensar que también es la primera adivinanza con moraleja?

    La moraleja que yo le veo es que en nuestras vidas, cuando de atreverse a hacer grandes cambios se trata, no importa lo que se deja atrás sino el porvenir que se brinda; pues no importa desde donde se salte, sino hacia donde.

    Pero, no sé, igual esta cursi consideración sobra y he estropeado todo lo anterior. Me daría mucha rabia).

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