El velero “La Reina de los Mares" ”
estaba atracado en el puerto de Niza. Era un regalo al monarca
español de los reyes de la Bramaputra Madre de la Espondilia. Su cubierta era de 80 metros
de largo y 12,6 de manga riega que aquí no llega. Su velamen tenía
una superficie de 200 metros cuadrados, con velas automatizadas en
los tres mástiles, sin contar la estela del moco mayor, el que arrastras a modo de puente colgante al sacarlo del orificio.
La idea del pequeño crucero era vivir nuestro particular cuento de
hadas en la bonita ciudad de Eze, enclavada en una colina, con sus
calles adoquinadas y sus vistas panorámicas.
Desde allí , acercarnos a las cosmopolitas ciudades de Niza
y Cannes, y
poder comprar un capricho en Fragonard, la famosa fábrica de
perfumes de Grasse, cuyo propietario y su esposa, la simpática Nasal Senos Pituitins, venían en el
crucero.
El Reina de los Mares tenía bordada en la vela central una leyenda
inmensa “ No se volverá a repetir”, rezaba.
Su majestad Juan Carlos nos recibió en el puente vestido de
Capitán Tapioca, apoyado en un andador, un par de botas antiescaras,
un collarín tentearriba para el cuello, una braga de incontinencia,
un bañador con apósito hidráulico, y un tensor testicular. A su
lado, una rubia recautuchada Michelín XL Burguer King, ¡"yo no soy tonta!", que respondía al
nombre de Corina, sostenía tres pastilleros con píldoras azules,
una bolsa de diuresis, una dentadura postiza, una crema hidratante
para hipopótamos, un pene consolador Pirelli Zaca, seis litros de
Oraldine, y un rosario del santuario de Lourdes.
Campechano y natural como es él, nos saludó uno a uno, y una
a una. Con los unos las confianzas eran desenfadas y algo
rudas...”¡buen viaje a polvo!”, decía divertido. Con ellas se
limitaba a pellizcarles el culete.
Nos pasamos gran parte de la ruta en la piscina del yate ,
bailando, bebiendo, y picando de aquí y de allá de las bandejas que
nos ofrecían unos camareros.
Carlota me presentó a todos los pasajeros , lo que me permitió
codearme con la alta y casposa sociedad de la Costa Azul: los Saboya,
los Visconti, los Borbón Parma, los Orsini, los Armani, los Prada y
Bulgari, Venetton, los Corleone, el armador Americo Prepucio...
Agradecido, llevé a popa a Carlota e hicimos un remake de la escena de
Titanic. Ella gritaba “¡qué romántico, qué romántico!”...yo
levanté los brazos, y tuvimos que parar el yate para ir a buscarla
al ancla, donde se quedó varada.
El rey Juan Carlos , con un triatlón de coktelería muy
principal, propuso jugar a médicos o, en su defecto, a papás y
mamás. No todos aceptaron...hubo quién propuso jugar a la senda del
elefante, juego que por pudor me cuidaré mucho de no explicar.
En mi condición de célibe con compromiso, me negué a ningún
juego.
Me senté junto a Placenta, que en esos momentos descansaba
mirando el mar distraídamente.
Curioso personaje este Placenta.
Era italiano , original de la comarca de Cipote. Llevaba 20 años
al servicio de la familia Grimaldi. Tuvo una infancia muy dura. Su
padre había luchado con Musolini y al ser derrocado tuvo que huir a
Mónaco. Allí, el Prícipe Rainero, por recomendación del Cardenal
Fístulini, acogió a su familia.
La hermosa Melaku era sobrina suya, hija de los amores en Etiopía
de su hermano con una princesa nativa que murió en el parto.
Mientras contaba su apasionante historia, me dormí, mecido por
las olas.
Al anochecer, una vez que encontramos los bañadores, sostenes,
bikinis, bragueros, regresamos a Chateaux Inri, y me acosté con una
desazón por algo que no sabía bien a qué se debía.
Por cierto... Estábamos en el barco en alta mar. Tiramos una moneda desde cubierta al
mar y esta, como es lógico, se hunde. El nivel del mar… ¿Sube, baja o
permanece igual?
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GANARON C.S/ JOSÉ ANTONIO/ TULIPÁN...¡¡¡Y LUXIN!!!
HOY JUBAMOS EL 80957 DE LA ONCE