Holas, soy Pascual Panete Zas. Ya me
conocéis. Soluciono acertijos misteriosos, sospechas fundadas,
enigmas...
La historia que voy a contar sucedió
en Valladolid a principios del siglo XXI, cuando León de la Riba era
su alcalde, y la piqueta del tiempo le había esculpido la cara
dejando en ella las huellas de la nariz que le faltaba a Gizéh, la
famosa esfinge. Napia grumosa de venas rosadas como la verga de un rinoceronte.
Contóme esos hechos la mismísima Carlota
Casigiari, la hija de Carolina de Mónaco. Y todo principió asín...
Yo estaba haciendo autostop con el dedo
anular en el arcén de la autopista A-6, a la altura de Sillas,
hermoso pueblo donde al parecer estuvo encerrada Juana la Loca, y que
, al parecer también, en aquellos días alguien había arrancado
parte de la señal de tráfico que indicaba la entrada a la villa, lo
que explica la confusión de mi memoria al anotar el dato geográfico.
No era “Sillas” como escribí en mi agenda Luxindex, sino
“Torde”, como volví a anotar al encontrar otro cartel en el
asfalto dos kilómetros más adelante.
Cuando el Seat Montecarlo paró y
reconocí a Carlota, que portaba una escasísima minifalda recogida
hasta el sobrevientre, suspiré. Y tal fue mi suspiro que la peiné
hacia atrás, y le dejé un japillo en la frente, como una perla
verdosa y brillante. Ella me sonrió enseñándome unos dientes de
dromedaria en celo, y si no eran de dromedaria, de anuncio de Don
Limpio antes de sodomizar al Gigante verde (supongo que conocéis la
historia de este par de pájaros de cuenta).
Me preguntó a donde me dirigía.
Me preguntó a donde me dirigía.
- En realidad- le contesté mientras entraba en el coche y me sentaba cabe sus piernas depiladas con melanina excesiva en la color- no iba a ninguna parte, fermosa pastora. Voy donde tú quieras ir, el tiempo que tú quieras ir, y en tu volante abandono lo pasado, lo presente y lo futuro,lo pequeño y lo grande,lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno...
- Eso es una jaculatoria, ¿oi?- me
dijo piadosa.
- ¡Caramba, Carlota!...
- ¿Cómo sabes mi nombre?- preguntó
mientras intentaba ajustar , pudorosa y azorada, su minifalda
anudándola al freno de mano.
- He visto tu foto en el “¡Hola!”
- ¡Hola!- interrumpió.
- ¡Hola!, pero me refería al
“¡Hola!” la revista.
- ¡Hola!- volvió a exclamar
- ¡Hola, joder!...pero que decía
que hay una revista que se llama “¡Hola!” que es dónde...
- ¡Hola!...
Y así, hablando hablando, fuimos
intimando y recorrimos Asia a un lado, al otro Europa y allá, al
frente, Estambul. En ese largo viaje Carlota me contó su vida de pé
a pá, osea, de “pépá”, porque entre “pé” y “pá” no
había nada que reseñar sobre la “pí”, la “pó” y no
digamos de la “pú”, y lo que sigue.
Nos sucedió una anécdota curiosa y
misteriosa durante ese primer trayecto...
Un auto con las luces completamente
apagadas venía a toda velocidad por la entrada de la avenida a
Torde,conocida como Avenida Ana Gato. Tenía las farolas apagadas.
Adelante, en la esquina próxima, un tipo totalmente distraído
cruzaba la calle.
El peatón, venía vestido absolutamente de
negro: pañuelo negro, pantalón negro, camisa negra, zapatos negros,
sombrero negro, lentes negros, calcetines negros, ojos negros, pelo
negro, uñas negras, calzoncillos negros, gafas negras, cordones negros, inclusivamente él era negro
Tal y como
estaban las cosas, el auto debería haber atropellado al peatón, sin
embargo, el chofer logra verlo y evita el accidente.
“¿Cómo se dió cuenta el chófer
de la existencia del peatón?”- me preguntó Carlota fijando sus pupilas azules
sobre los agujeros de mi nariz amarronada?.
Si sabes la contestación compartes
premio...
Mientras ella iba desgranando como las
cuentas de un rosario sus anécdotas, yo tomaba notas apoyado ora
sobre sus muslos , ora contri el embrague, ora tanti las nalgas, ora
in cuanti sus tobillos, ora pro nobis...
Hoy, años después de aquella ruta de
romántica locura , me dispongo a escribir estas memorias para prez
de un amor que aún nadie conoce...por cierto, ¿alguien sabe qué
cojones significa “prez”?
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